sábado, 21 de septiembre de 2013

Artículo de Luis Seco de Lucena como epílogo a la desaparición del Arco de las Orejas


Como indiqué en la anterior entrada del blog, el director del periódico "Defensor de Granada" durante muchos años, Luis Seco de Lucena Escalada, escribe un artículo que ocupa la totalidad de la portada del día 17 de diciembre del año 1884. Unos meses antes había sido destruido el arco restante de la originaria puerta de Bibarrambla.

Es un gran artículo, en el que como se puede leer a continuación, se realiza un esmerado resumen de lo acaecido con el monumento, después de una introducción para el conocimiento general del ciudadano que lo leyera, intentando de esta forma que fuesen conscientes los granadinos de la época de lo que se había perdido para siempre, contando con la desidia de la sociedad del momento.

Lo recupero para que esté accesible a todos, y espero que sirva también para que cada lector establezca las analogías posibles con la realidad actual de la ciudad, sus proyectos y sobre todo la conservación actual del patrimonio.





El arco de las Orejas


Bibarrambla ó puerta del Arenal llamaron los árabes a la que se abría entre la Bib el Marstan y la Bibataubin, porque, en su tiempo, existió, de la parte afuera, la rambla del Darro cuya corriente lamía entonces los muros de la ciudad. Hurtado de Mendoza la designa con el nombre de Puerta de las Manos y Ambrosio Vico con el de las Orejas, que quizá tuvo origen en la circunstancia probable de que fuese el sitio señalado para exponer á la pública excecracion, las de aquellos «molineros ó acarreadores que eran osados de mojar los costales á fin de que pesasen más, ó le echaban, á vueltas de la harina, harija ó arena para quo viniese al peso delito que las ordenanzas castigan con pena «de dineros, y de azotes, y orejas de destierro,» segun consta del titulo 44 de las mismas. Nos inclinamos á esta opinion, ya que no es admisible, bajo el punto de vista histórico, la leyenda de que se hizo eco el P. Lachica, el cual refiere que celebrándose suntuosas fiestas en Bibarrambla, el 26 de julio de 1621, con motivo de la proclamación de Felipe IV, hundióse una casa, próxima á la puerta, y, en confusión, algunos rateros se avalanzaron sobre las mujeres despojándolas de sus arrancadas o zarcillos y, no consiguiéndolo con brevedad, para concluir más peso, les cortaron las orejas. Posteriormente, llamarónle tambien de los Pesos y de los Cuchillos, de cuyos nombres se sabe con certeza se debieron á que la autoridad fijaba allí los pesos que recogía a los defraudadores del público, y los cuchillos de que despojaba á quienes, sin permiso ni derecho, solia usarlos, lo que parece confirmar la versión que del nombre Orejas creemos aceptable.

Opina el Sr. Gomez Moreno (1) que este arco ó puerta data del siglo XIV, y quezá no fuera aventurado suponer que la edificase, á fines del XIII, Abu Abdi lah Mohammad II, del que sabemos por Mármol que levantó seis torres, correspondientes á otras tantas puertas, por la parte de la vega, y que las que el ilustre historiador solo menciona la de Bibataubin. Componíase de una torre cuadrada, abriéndose en su costado de Poniente, ó sea el exterior, un gran arco de piedra, cuyos arranques apoyaban en dos elegantísimas impostas de labor aljacarada; de otra arco central, tambien de piedra y ligeramente apuntado, y de un tercero de ladrillo que es el que correspondia al muro de Levante, y en el que estaban las puertas, con sus fuertes cerrojos y su enchapado de hierro, siendo en rincon de claustro y perfectamente construidas, las bóvedas intermedias. Al posesionarse de Granada los Reyes Católicos, siguiendo su devota costumbre, colocaron en las puertas de la ciudad imágenes de la Virgen, que sirvieran de humilladero á los caminantes, y cupo en suerte á la de Bibarrambla cierta pintura de Maria, que, por tener una flor en la mano derecha, llamáronle de la Rosa, y bajo la cual inscribieron lo que sigue: "A devocion de los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel se puso esta milagrosa imágen de Ntra. Sra. del Consuelo por la muy noble, leal y gran ciudad de Granada, y se retocó á impulsos de la cordial devocion de sus vecinos y devotos, año 1761." En 1507, reinando doña Juana la Loca, el bachiller Olivares, cerró el matacán que formaba el arco, y fabricó así una pequeña capilla, segun consta de la siguiente inscripcion grabada en dos lápidas de mármol que custodia la comision de Monumentos: "Esta capilla edificó a honor de la fiesta del Corpus XPI el R. Señor Bachillar Millan de Olivares de Avila, canónigo de Granada, Capellan de la Serenísima Reina doña Isabel, con licencia del reverendísimo señor primero arzobispo de Granada, de buena memoria, su señor, del señor Conde de Tendilla, é Justicia é Regimiento della, para lo cual ganó muchos perdones; acabóse primero de Jullio de M. D VII " Posteriormente, Juan Fernandez Bravo fundó una capellanía en esta tribuna donde se celebraba los dias festivos, descorriendo, á fin de que los devotos presenciasen el Santo Sacrificio, las mamparas de tablazon con que hubo de cerrarse el claro del arco y en las que se dejó una ventana por la que se descubrían de continuo el altar y la imagen de la Virgen.


Detalle de la imposta del arco mencionado por Gómez Moreno

Así pasaron los siglos, hasta que fué llegando el de la destruccion de lan interesante monumento. En medio del fragoroso hervir de las pasiones políticas retembló al golpe del primer hachazo; en plena paz y dominio del gobierno que actualmente nos rige, fué demolido perdiéndose para siempre aquellas líneas esbeltas y aquel álito de antigüedad y arte que lo hermoseaba. Al llegar aquí, cuando aún flotan en el ambiente las columnas de polvo que se alzaron sobre las ruinas, nos concretaremos á hacer imparcial y exactísimo relato de lo ocurrido: levantaremos acta y que, despues juzgue la historia y otorgue a cada uno la parte de responsabilidad en que incurriera.

Sucedió que, en cabildo de 23 de abril de 1873, el acalde presidente del ayuntamiento de Granada, fundándose en motivos que no expuso, declaró que el arco estaba ruinoso; resolvieron los concejales que debía ser derribado, y, decretando en posterior acuerdo que se demoliese sin pedir ditámen a la Comisión de Monumentos, se puso mano a la obra. Noticioso de lo que ocurria el presidente del poder ejecutivo de la República fulminó sobre el Ayuntamiento este elocuentísimo telegrama: "Acaban de decirme que se trata de derribar la puerta de Bib Rambla. Seria una ignominia para Granada y una deshonra para toda la República. Los monumentos artísticos de Granada son patrimonio del género humano y conviene á las autoridades populares demotrar que están a la altura de su época. le ruego pues, con el mayor encarecimiento que conserve la puerta de Bib Rambla". Este expresivo despacho detuvo la segur demoledora: el propósito, no obstante, quedó firme y aquel parentesis fué no más que un aplazamiento. Para revestir de forma legal el indiscutible atentado, se pidio informe al arquitecto, en la esperanza de que este sancionaria la necesidad del derribo. No fué así: el señor Diaz Losada, reconociendo en la fábrica morisca quebrantos de consideración, "producidos principalmente por las servidumbres que gravitaban sobre ella" declaró que, por entonces (24 de junio) no podia considerarse el arco en inminente ruina. Revolviéronse las pasiones contra el arquitecto y este, que era digno y valeroso, segun lo demostró despues, al morir cumpliendo sus deberes en el terrible inciendio de la calle Capuchinas, sostuvo honradamente su dictámen. Sigue una lucha sorda: en 26 de junio, la Comision municipal de Ornato, oponiéndose al informe del arquitecto, declara que el arco está ruinoso y en grave peligro de caer, aplastando a los transeuntes; en 2 de julio el cabildo acuerda definitivamente la demolición, de nuevo detenida por las enérgicas comunicaciones y espresivos despachos telegráficos de la Academia de Bellas Artes, del ministro de Fomento, del presidente del Congreso, de los diputados á Cortes por la provincia, de Roque Bárcia y del Inspector de antigüedades Sr. Góngora. Tan unánime protesta hizo comprender al Ayuntamiento las responsabilidades que le acarrearia la ejecucion de su propósito, y como por aquel entonces hubo de asumir poderes del Comité de Salud Pública, emancipado del Gobierno Central, ideó el Cabildo graciosa manera de conseguir lo que deseaba, consultándole y pidiéndole consejo. El plan, previamente combinado, resultó á las mil maravillas. A las veinticuatro horas de hecha la consulta, recibió el Ayuntamiento el siguiente oficio:"El Comité de Salud Pública del canton granadino, en uso de sus facultades, ha acordado ordenar á vos efectúe con la mayor urgencia el derribo del arco nombrado de las Orejas, de esta capital, segun acuerdo del mismo comité de22 del presente. Salud y república. Granada 23 de Julio de 1873. El presidente, Francisco Lumbreras. Al ciudadano alcalde popular de esta capital". Y así como quien se resigna, doliéndose del mandato, el Cabildo hubo de tomar un acuerdo que, á la letra dice: "En vista del anterior oficio, se acordó declinar toda responsabilidad en el expresado Comité" Cuando se tuvo por segura la impunidad, reanudáronse con ahinco las obras de demolicion; y en aquellos tristes instantes en que todos los horizontes parecian cerrados á la esperanza, el arquitecto municipal salvó el arco con el anuncio de un inevitable hundimiento que sepultaria entre escombros á los trabajadores. El miedo calmó la efervescencia demoledora, y, venida la calma, sostúvola el Juez del Sagrario llamando á sí, como antecedentes del proceso seguido contra los cantonales, el expediente que hubo de entregársele el 22 de agosto de 1873, con lo que termina la primera parte de esta desdichada historia.

Primera página del Defensor de Granada del día 17 de diciembre de 1884

Comienza la segunda en noviembre de 1876, aprobando la Superioridad el proyecto de reparacion que hicieron los señores Pugnaire y Diaz Losada, én importa 6215'95 pesetas, y conviniéndose abonaría el Ayuntamiento 3041'70, que se consignaron en su prespuesto. Nunca hubo ocasion más propicia para que la obra se efectuase; pero, con general asombro, el Gobierno, exigente y apremiador antes, le dió entonces largas al asunto, haciéndose el olvidadizo. A qué se debiera este enfiramiento, que como el primer resultado produjo el de la Corporacion municipal y en último término la ruina del arco, es cosa aún no averiguada; pero sí lo es que no volvió á hablarse del particular hasta que, con motivo de desprenderse una dovela, los señores Pugnaire y Diaz Losada practicaron un reconocimiento del que resultó, que, en la enjuta derecha del arco principal había una grieta denunciadora de notables descomposiciones en las mamposterias y argamasas de los arcos apuntados, siendo consecuencia de estos movimientos generales los astillazos de algunas dovelas y el desprendimiento de los sillarejos del enchapado de piedra franca que, despues del arco, figuraba como paramento exterior de aquella obra monumental. REconocidas las estribaciones de la izquierda, el resultado fué verdaderamente desconsolador, y emitido, el 23 de marzo de 1879 dictámen, en que los arquitectos dijeron que la reparacion era de todo punto imposible, y solamente se podia realizar el desmonte de las piezas del arco y reconstruirlo, se dió cuenta al Gobierno, adptándose preventivamente algunas medidas de seguridad. En abril se efectuó el cobro de la suma destinada por el Ministerio á restablecer el célebre arco, y el dia 22 ordenóse con urgencia que se restaurara, procediénsose a la obra en los comienzos de julio. Brevemente se gastó el exiguo fondo que á ella se destinara, y, paralizándose de nuevo la restauración, relegóse este asunto al olvido hasta que otra denuncia lo remueve en septiembre de 1881. Decidida entonces la demolicion, detúvola el ministro de Fomento telegrafiando que enviaba un arquitecto para reconocer el arco y darle cuenta de su inspeccion ocular; efectivamente, vino el Sr Mélida, y, reservandose sus impresiones, se tornó a Madrid. Sigue al anuncio de la inmediata reconstruccion un silencio de tres años que interrumpe, en agosto del corriente, el grito de ¡salubridad! lanzado ante las amenazas del cólera.


A todo esto, para formar exacto juicio, hay que tener presente el justo clamor de los propietarios colindantes, que, desde 1873, sufrian las consecuencias de la denuncia de sus casas y no poderlas arrendar unos, y de paralizacion de obras emprendidas otros, y uniéndose á estos agravios el de los comerciantes á quienes se aisló al cerrar con una valla, el paso del público, desde la calle de Salamanca á la de Mesones, la situacion se hizo muy difícil, por la lucha de encontrados intereses y el abandono del Gobierno, de quien se esperaba que, habiénsose declarado el arco monumento nacional, lo restaurase sin nuevas dilaciones. Así estaban las cosas en agosto último, cuando, segun hemos dicho, los temores de una invasiion colérica reclamaron la limpia de aquel sitio cercado, y, al hacerse, agitándose de nuevo el interés particular, retrayéndose el Gobierno en su desidia, y cumpliéndose el doloroso destino del celebérrimo monumento, fué derribado por órden de la alcaldía y con la aprobación tácita del ministro de Fomento, del 3 al 5 de setiembre de 1884. Sobre sus ruinas, quedaron, como enérgica protesta, las dimisiones presentadas por los inidivduos de la Comisión de monumentos históricos y artísticos de la provincia. Las impostas del arco, la clave y algunos otros restos se trasladaron al musieo provincial; allí descansan, mudos testigos del abandono con que los gobiernos que se dicen más ilustrados en este país, miran las cuestiones que tan profundamente se relacionan con la cultura y el adelanto de los pueblos.

Luis Seco de Lucena

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