Vista frontal de la cabecera de la iglesia |
Cualquier día que paséis por aquí cerca, tomaos un momento para observar algo muy peculiar de esta parte del monumento. En la zona baja, desde el suelo hasta casi terminar el primero de los cuerpos, se visualiza una calidad de piedra distinta, de menor calidad que la utilizada en la parte superior. ¿A qué se puede deber tal diferencia?
Pues bien, todo tiene su porqué y en este caso el análisis es bastante sencillo: el dinero. La decisión de construir este monasterio la toman los Reyes Católicos, que ya lo habían fundado en Santa Fé con la advocación de Santa Catalina mártir, y es trasladado a la capital tras su conquista con la denominación de Concepción de Nuestra Señora. Para ello dispusieron la zona en la que sería construido más la donación de toda la piedra de las lápidas del grandísimo cementerio nazarí de Puerta de Elvira.
Cabecera de la iglesia de San Jerónimo |
Estas losas que eran utilizadas por los musulmanes para tapar las tumbas con inscripciones, evidentemente no eran de una piedra de gran calidad. Precisamente, la mayor parte de la zona baja de lo observado en la cabecera de la iglesia tiene este material como elemento esencial. Es la utilizada en los primeros años de su construcción, iniciada en 1519.
Pero el año 1523 ocurre un acontecimiento de singular importancia: doña María Manrique, viuda del Gran Capitán y Duquesa de Sesa y de Terranova, solicita a Carlos V la utilización de la capilla mayor de la iglesia del monasterio de San Jerónimo como enterramiento de su marido y todos sus descendientes. A partir de este momento se consigue una mejora del presupuesto que afecta en diferentes aspectos.
En primer lugar se consigue contratar a maestros de primera línea, como Jacobo Florentino el Indaco, encargado en un primer momento de la dirección de la obra, aunque tras su muerte un año después, se cede el testigo al gran Diego de Siloe. Ambos realizan una gran maravilla del Renacimiento, cambiando el goticismo inicial de la obra, algo que también ocurriría con la Catedral de la ciudad.
Por tanto, al disponer de mucho más presupuesto, se disponen de mejores materiales, utilizándose a partir de entonces piedra procedente de las canteras de Santa Pudia (Escúzar), mucho más estilizada en sillares y que aporta un aspecto mucho más elegante y portentoso, como corresponde al panteón de uno de los más grandes personajes que ha dado la historia de nuestro país.
Además de contar con el dinero de la familia Fernández de Córdoba, otras familias de renombre se sumarán posteriormente a la financiación del templo, para de esta forma poder utilizar las capillas del claustro como lugar de enterramiento: Francisco Bobadilla, familia Díaz Sánchez Dávila, Ponce de León, los Riveras, etc. Sería para ellos todo un honor compartir lugar de descanso con el Gran Capitán, asegurándose además las oraciones perpetuas de las monjas residentes en el monasterio.
Vista de la cabecera con la torre de la iglesia al fondo |
Sirve por tanto ese vistazo a la cabecera de la iglesia para percibir dos aspectos esenciales: la transición de estilo desde el gótico al renacimiento, observando los vanos más pequeños y estrechos en la zona baja, y la contundencia de la estética siloesca de la parte superior de la misma. Por otro lado, lo destacable de la diferencia de materiales y limpieza entre una y otra zona, consecuencia clara de una mayor liquidez pecuniaria.
Marcan una transición casi estratigráfica, entre dos épocas. Casi como lo que se vive actualmente en este país, de marcados periodos económicos. Esperemos que tengamos pronto la ayuda de alguna "mecenas" que nos pueda sacar de la situación en la que nos encontramos, como la que supuso en su día la de Doña María Manrique para el Monasterio de San Jerónimo.
Seguimos caminando...